LA PIEDRA ALADA (JOSÉ WATANABE)

  • AUTOR:

    .

    .

    .

    .

    .

    LA PIEDRA DEL RÍO

    Donde el río se remansaba para los muchachos
    se elevaba una piedra.
    No le viste ninguna otra forma:
    sólo era piedra grande y anodina.

    Cuando salíamos del agua turbia
    trepábamos en ella como lagartija. Sucedía entonces
    algo extraño:
    el barro seco en nuestra piel
    acercaba todo nuestro cuerpo al paisaje:
    el paisaje era de barro.
    En ese momento
    la piedra no era impermeable ni dura:
    era el lomo de una gran madre
    que acechaba camarones en el río.
    Ay, poeta,
    otra vez la tentación
    de una inútil metáfora. La piedra
    era piedra
    y así se bastaba. No era madre. Y sé que ahora
    asume su responsabilidad: nos guarda
    en su impenetrable intimidad.
    Mi madre, en cambio, ha muerto
    y está desatendida de nosotros.
    JARDÍN JAPONÉS
    La piedra
    entre la blanca arena rastrillada
    no fue traída por la violenta naturaleza.
    Fue escogida por el espíritu
    de un hombre callado
    y colocada,
    no en el centro del jardín,
    sino desplazada hacia el Este
    también por su espíritu.
    No más alta que tu rodilla,
    la piedra te pide silencio. Hay tanto ruido
    de palabras gesticulantes y arrogantes
    que pugnan por representar
    sin majestad
    las equivocaciones del mundo.Tú mira la piedra y aprende: ella,
    con humildad y discreción,
    en la luz flotante de la tarde,
    representa una montaña.
    EL TOPO
    Estaba ahí,
    acorralado en el ruedo de los curiosos. Sus garras
    escarbaban inútilmente el cemento de la vereda,
    y sangraban. No avanzaba,
    sólo esponjaba y contraía su cuerpo
    según su miedo. Y con su hocico,
    rosado y móvil, husmeaba,
    lejos de las oscuras galerías,
    el aire soleado de los hombres.
    Jamás habíamos visto un topo.
    Habían capturado un mito, un animal
    de bestiario. Por eso
    nuestra mente demoraba, se estremecía
    no podía creer
    que bajo la realidad estridente del sol
    hubiera otro animal
    de carne lastimada como la nuestra.
     
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad